ÁFRICA AUSTRAL, MOZAMBIQUE
Desde hace bastante años he sentido una atracción irracional hacia Mozambique. La cuestión es que tiempo atrás, había conocido a una española que vivía allí. Volví a contactar con ella y de forma velada nos aconsejo que no viniéramos ahora, pues la situación era delicada, se había producido un conato de guerra civil , tiroteos por la zona centro, y para circular por la única carretera que une el norte con el sur nos tenían que escoltar los militares …….. lástima, ya habíamos sacado los billetes.
Aterrizamos en la capital después de once horas de avión vía Lisboa, dos días en Maputo y otro avión esta vez al norte cerca de la frontera con Tanzania, en Pemba habíamos quedado con la ONG Semilla de la Esperanza. Pasamos un día de playa maravilloso con los niños del horfanato.
En Pemba, fotos, playa y poco más. Así que, decidimos buscarnos la vida y movernos . Negociamos «con un perlas » para que nos llevara a Isla de Ibo a 5 horas de coche, pinchamos a la ida y a la vuelta, y mientras los mecánicos se deslomaban cambiando la rueda en una pequeña aldea, nosotros nos pusimos morados de » cerveja bien gelada» en mi vida he bebido mas cerveza que en Mozambique.
Ahora sí empezaba la aventura, recorrimos parte del trayecto por pistas intransitables (lo que nos gusta ) creo que parte de los bajos del coche se los dejamos por esos caminos de tierra . Llegamos a Tanganhangue, que suponíamos era el embarcadero dónde atracaría nuestro barco para ir a isla de Ibo, evidentemente no había ni embarcadero ni nada, bueno nada no, un inmenso baobab presidía la escena.
Se nos hizo de noche, zarpamos en una barcaza en mitad de la oscuridad y donde el patrón salvaba como podía con una linternilla de mierda los manglares que nos rodeaban, una hora más tarde y en la más absoluta oscuridad llegaríamos a la que sería la isla más bonita que he visto en mi vida.
Tres intenso días pasamos en esa joya del índico, gente noble y pura encontraríamos allí. En cada calle, en cada esquina se respiraba historia, historia que a veces hace avergonzarnos a los humanos, historia de una ignominia escrita también en Zanzibar e Isla de Goré.
Fotos, muchas fotos, me gustaba lo que veía, la luz, la gente, la arquitectura.
Uno de esos días, alquilamos un barco y nos fuimos a otra isla de las treinta y tantos que componen el archipiélago de las Quirimbas, bueno no era exactamente una isla era un banco de arena, un banco de arena en mitad del océano Índico……… ¡¡alucinante¡¡
Vuelta a Pemba, otra vez negociamos «con el perlas «, ahora iríamos a Isla de Mozambique a 9 horas de coche, éste nos desplumó, pero no teníamos otra opción.
Isla de Mozambique, es una isla unida al continente por un puente de 3 kilómetros, antigua capital del país hasta 1898 catalogada como patrimonio de la humanidad, allí nos alojamos en un pequeño hotel muy animado regentado por una familia de franceses, tres días de fotos, paseos y más cervezas.
En Ilha de Mozambique conocimos a algunos españoles como la muy simpática y alegre Cristina del programa de tv «españoles por el mundo » que tiene un proyecto muy bonito de talleres y ayuda de escolarización a niños, y dónde todo el mundo es bienvenido a su casa.
Este relato, va en honor de todas aquellas personas que de forma desinteresada ayudan a los más necesitados sin esperar nada a cambio….. va por ellos.
Ilha de Mozambique tiene el encanto de retroceder en el tiempo varios siglos, la arquitectura, las calles, los pescadores, los mercados, allí se respira ese aire de gran ciudad que fue en su día y que ahora está en decadencia. Legado que dejan, como su antiguo teatro, su imponente hospital, su palacio de justicia, su catedral, ese aire de haber sido importante y que saben ……..jamás volverá .
Al segundo día, mientras matábamos el tiempo con una cerveza local, le preguntamos al camarero… ¿qué podríamos visitar por la zona?. Siempre he considerado que la mejor información que podemos obtener es la que te proporciona un lugareño, para mi ese es el mejor libro de guías y además actualizado.
El camarero, nos hizo las presentaciones del barquero, que resultó ser amigo de un amigo suyo, esto es una constante allá dónde vayas , de tal forma que negociamos el precio1.000 meticáis por un día de barco. El precio parecía más que razonable.
Nos citamos en el embarcadero que está situado en una de las caras de la catedral de Isla de Mozambique, el recorrido era de una hora y media aproximadamente, lo que no nos dijo era que, a la hora y media encallaríamos.
Lo que iba a ser un pequeño paseo se convirtió en dos horas más pero esta vez caminando. No nos importó mucho, pues el paisaje realmente valía la pena, la arena era firme, la altura del agua escasa y a veces inexistente, allí como en un hipódromo asistíamos a carreras de cangrejos, posas con peces atrapados, charcas con estrellas de mar de un color rojo intenso, millones de conchas ebúrneas y otras tan brillantes como si antes alguien nos las hubiese lacado para nuestro espectáculo.
Nuestro barquero tenía conversación fácil, era jovial, jocundo, y a sus escasos 18 años ya había engendrado dos veces, lo normal por esos lares.
Llegamos a nuestro destino, la playa de Carushca, una playa tan desierta como anchurosa con sus palmeras de rigor. Un día tranquilo y agradable de playa. Lo bueno vendría después.
A la hora de la comida, y dado nuestro poco fondo, rebuscamos en la carta los platos más económicos, resulto ser espaguetis, dos platos iguales total suma 400 meticáis. Nuestro barquero sesteaba en la barra. Le hicimos señas para que se uniera a nosotros y pidiera un bocata para que nos acompañara.
Su comanda se retrasaba. Al cabo de media hora comprendimos por qué, se había pedido “el plato tigre “, el más caro de la carta, no era un plato era una bandeja de carabineros con verdura y guarnición, el plato valía el 60% del presupuesto de la excursión, nos quedamos atónitos.
Le echamos una reprimenda acorde con el plato, pedimos la factura detallada del desastre y emprendimos el camino de regreso, el joven dicharachero, parlanchín, gárrulo, se convirtió en un espectro silente porque adivinaba lo que le vendría después.
Al cuarto día, emprendimos nuestro recorrido a la inversa, Ilha de Mozambique, Pemba, Maputo, Catembe.
Aquí reproduzco parte lo que escribí en mi último día en Mozambique.
Últimos instantes en este hermoso país bañado por las aguas del Índico, paisajes de belleza sin igual, aguas de color turquesa, y tierras del color de la sangre.
Es en este país, donde he encontrado un pueblo que disfruta de la vida, la gente se muestra como es, los niños corren sin temor a tu encuentro y todo el mundo te da los buenos días.
Es en este país, dónde he encontrado las almas más puras.
Es en este país, dónde me he sentido seguro y libre.